El mágico nordeste de Perú

Perú

La experiencia

Perú resuena a sus más insignes iconos: a los majestuosos Andes, a Machu Picchu alzándose imponente sobre las montañas, a sus impresionantes sitios arqueológicos, tan famosos como los bastiones incas de Choquequirao, Corihuayrachina o la tumba moche del Señor de Sipán, el segundo mayor tesoro de la Antigüedad, sólo superado por la tumba de Tutankamón en el mundo entero. Perú también nos hace pensar en Caral, la ciudad más antigua de toda América, y en otras ciudades coloniales centenarias de gran belleza, en culturas coloridas y vivas, y en una selva única en biodiversidad y autenticidad.

Sin embargo, y a pesar de que el país ya se ha instaurado como uno de los mejores y más interesantes destinos turísticos del mundo, queda mucho de Perú que sigue siendo virtualmente invisible y prácticamente desconocido para el extranjero. Una de estas regiones es la nororiental, un impresionante territorio situado entre los Andes y la selva amazónica, que cuenta con algunas de las áreas más vírgenes del planeta y una riqueza arqueológica inconmensurable, con restos de culturas ilustres como la inca, que dominó a la cultura local de los chachapoyas o sachapuyos.Â

Ya desde el 2017 existen vuelos directos de Lima a Jaén y Chachapoyas, con una duración de hora y media, que permiten a miles de viajeros llegar de manera más rápida y segura a visitar la fortaleza arqueológica de Kuélap o la catarata de Gocta. Además, gracias también al nuevo sistema de teleférico de Kuélap, que se eleva hasta una altura de 670 metros y fue inaugurado el año pasado, se ha acortado el tiempo de acceso a este enclave para visitar la antigua ciudadela, con este trayecto de 20 minutos en teleférico.

La catarata de Gocta

Para hacernos una idea de lo desconocida que es la región para el mundo moderno, podemos tomar el paradigmático ejemplo de la catarata de Gocta, que, aunque era perfectamente conocida para los habitantes locales, apareció para el mundo occidental hace apenas diez años. La catarata de Gocta tiene 771 metros de caída libre de agua, lo que la sitúa en el tercer puesto de las cataratas más altas del mundo, sólo superada por el Salto del Ángel en Venezuela y el Salto de Tugela en Sudáfrica.

Aunque otros estudios sitúan la cascada en un puesto inferior por presentar dos niveles, lo que no cabe duda es que éste es un accidente físico único y espectacular, que había quedado fuera de los circuitos convencionales y que demuestra lo mucho que nos falta aún por descubrir en la profundidad de la selva peruana.

La ciudadela de Kuélap

Ésta es una región de misterio, un lugar donde dejar volar la imaginación, pues los datos objetivos conocidos son a menudo tan vagos que uno no tiene más remedio que sobrecogerse con los impresionante restos arqueológicos prácticamente desconocidos, producto de culturas milenarias del pasado que dejaron su marca bien grabada en el territorio, aunque ahora no sepamos interpretarla. La cultura más conocida, por supuesto, es la inca, pero en el Perú florecieron muchas otras de una relevancia similar, como la cultura Chachapoyas, que fue capaz de edificar en cimas de montañas y con unos métodos constructivos revolucionarios para su época, como se demuestra en la magnífica ciudadela de Kuélap.

Kuélap fue una ciudad monumental e inexpugnable, construida en piedra y resguardada por acantilados en tres de sus cuatro costados, y por una colosal muralla. Aunque poco sabemos de su construcción o del uso que tuvo esta ciudad, hay muchas teorías que pueden inspirar nuestra imaginación y ayudarnos a soñar cómo vivieron aquí las gentes chachapoyas. Probablemente comenzó su construcción hacia el siglo XI, el período de esplendor de esta cultura, y fue quizás abandonada hacia el siglo XVI, aunque se ignora cómo o por qué. Los occidentales no supimos de su existencia hasta 1843, y aún ahora la ciudadela ha sido muy poco estudiada e interpretada.

En cualquier caso, la ornamentación delicada, la presencia de más de 500 viviendas en el interior de la muralla, el sofisticado sistema de drenaje y los almacenes muestran que ésta era una ciudadela defensiva, que hubiera sido probablemente inexpugnable en el pasado y que hoy, sin embargo, ha sido conquistada por la naturaleza.

Chachapoyas

Merece la pena descubrir la ciudad de Chachapoyas, una urbe tranquila de aire señorial e influencia hispánica, capital del Departamento de Amazonas, y que será la base para recorrer y descubrir algunos de los enclaves arqueológicos y las maravillas naturales que se esconden en este mágico nordeste peruano.

Leymebamba y la Laguna de los Cóndores

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que si esta región tiene numerosos tesoros aún semi ocultos y otros muchos por descubrir, se debe entre otras cosas a lo poco desarrollada que se encuentra la región. Aunque las carreteras están bien acondicionadas, las visitas y los movimientos de un lado a otro requieren tiempo, pues la geografía es sinuosa y en algunas ocasiones, como en la Laguna de los Cóndores, a la que se puede acceder sólo sobre los lomos de mulas, o tras unas caminatas como la que se hace para llegar a los sarcófagos de Karajía (con una duración de entre 45 minutos y 1 hora en descenso aproximadamente).

Para realizar la excursión a la Laguna de los Cóndores, se sale desde el pueblo de Leymebamba, al sur de Kuélap, desde donde se inicia la marcha, dura pero fascinante, de unas quince horas de duración que concluye en esta laguna de aguas oscuras rodeada de acantilados. En estas paredes verticales de piedra, cubiertas por la vegetación y casi infranqueables, se encuentran unos mausoleos de la cultura chachapoyas en una situación inexplicable, en mitad del barranco y a doscientos metros sobre el suelo. En el entorno de la laguna se han encontrado hasta doscientas momias más, que en la actualidad se encuentran en el excelente Museo Mallqui, en Leymebamba, que es asimismo una visita imprescindible en la región.

Los sarcófagos de Karajía

Los sarcófagos, conocidos por los lugareños como Purunmachacos, están asociados a la cultura Chachapoyas y con 1000 años de antigüedad forman parte del complejo arqueológico de Chipuric. Fue en 1984, cuando los miembros del Club Andino Peruano y el arqueólogo Federico Kauffmann Doig, con ayuda del guía local Carlos Torres Mas, lograron escalar los 24 metros de pared rocosa vertical que les separaba de la gruta donde están los sarcófagos.Â

 El sitio se compone principalmente de 6 sarcófagos pre-incas agrupados, 5 de los cuales se encuentran en mejor estado. En la parte izquierda de este grupo, a unos 30 metros aproximadamente, se observa un Sarcófago con otra característica, que se encuentra en mal estado, debido a la inclemencia del tiempo y las continuas profanaciones. Estas grandes cápsulas antropomorfas tienen un tamaño monumental, con una media de 2,50 metros de altura y una cuidadosa decoración.

Su ubicación es estratégica pues están colocados en los filos de un farallón de roca calcácea, como si los hubieran dejado ahí para que vigilaran el desarrollo de la vida (porque encaran el abismo) desde las cumbres de la muerte. En realidad, parece que los Chachapoyas dejaron ahí a sus grandes señores para evitar que en años posteriores pudieran saquear sus sarcófagos. Sin embargo, este intento resultó fallido porque, cuando se encontraron, ya algunos habían sido profanados.Â

Los sarcófagos de Karajía se encuentran al norte de Chachapoyas, a unas 2 horas en coche pasando por el pueblo de Luya y San Miguel de Cruzpata, y tras una ruta de descenso a pie desde San Miguel de aproximadamente 45 minutos.

Los mausoleos de Revash

Desde Leymebamba también se puede acceder a los mausoleos de Revash, otra de las maravillas culturales que dejaron los chachapoyas en esta región de Perú. Estos son unos sepulcros colectivos situados en cuevas excavadas en acantilados rocosos. Debido a que se encuentran a unos 2800 metros sobre el nivel del mar, los mausoleos son bastante inaccesibles y muchos de ellos se han mantenido intactos gracias a la dificultad de acceso y la protección de las cuevas, aunque otros han sido saqueados por animales y seres humanos.

Los mausoleos se asemejan a pequeñas viviendas, y los conglomerados de las mismas forman un pueblo en miniatura, pudiendo ser un reflejo de cómo eran los poblados de la época, que el tiempo y el clima han acabado por borrar de la faz de la tierra. Los mausoleos estaban profusamente decorados, con pinturas de animales, personas y formas o símbolos mágicos.

El nordeste desconocido

Los lugares aquí presentados son sólo algunas de las joyas que se esconden en la región nororiental de Perú. Son zonas muy poco conocidas y muy poco visitadas, y cuentan además con un patrimonio arqueológico y cultural abrumador, y con una naturaleza, pura y absoluta, que deja desconcertado hasta al más exigente. Estos “reinos del norte” se pueden combinar en un viaje con otras regiones y ciudades del país, tales como Huaraz y la Cordillera Blanca, Trujillo, Chiclayo, Cajamarca, Tarapoto e incluso la selva de Iquitos, que se encuentra a sólo un par de días de navegación desde Yurimaguas, cerca de Tarapoto.Â

Como todo Perú, el norte del país se caracteriza por los constantes y drásticos contrastes: pasar en cuestión de horas del desierto costero a las tupidas selvas, cruzando las alturas del páramo andino, no tiene rival en el mundo entero. Si a esto le añadimos una riqueza arqueológica y cultural inconmensurable, y unas gentes que se distinguen por su delicadeza y buen trato, nos hallamos ante un viaje verdaderamente extraordinario. Bienvenidos al nordeste de Perú, ¡os invitamos a conocerlo!

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Cómo hacerlo

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