Japón

Un viaje iniciático entre el zen y los rascacielos.

Japón es el escaparate de una extraña mezcla que combina modernidad extrema y las más antiguas tradiciones. A Japón hay que viajar con la mentalidad abierta a los contrastes y las antenas dispuestas a dejarse seducir por los extremos. La vida en Japón es exagerada. Los apretones en el metro, los hoteles como colmenas, las multitudes en las calles, las aglomeraciones de anuncios y de luces de neón, la velocidad cotidiana que representa el tren bala son la imagen de un mundo al borde de la histeria. Y sin embargo, las tradiciones japonesas son todo lo contrario. Representan la sutileza extrema, son la exaltación de la sensibilidad, invitan a la calma y al sosiego, se apoyan en la armonía como forma de vivir la vida.

Ambos extremos, apasionantes los dos, los percibe el viajero al llegar a Japón. Tokio es la gran capital y en ella conviven templos y grandes avenidas, el famoso mercado del pescado y museos exquisitos, tiendas de electrónica y palacios imperiales. Y también está Kyoto con su aroma antiguo y sus templos llenos de encanto. Kanazawa con sus jardines, Miyahima, la pequeña isla que irradia espiritualidad, Nara, reducto de viejas tradiciones… Todo en Japón sorprende porque todo es nuevo para quien llega de fuera y todo lleva a descubrir la riqueza de un mundo desconocido que despierta de inmediato admiración.

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