Georgia, un mundo por descubrir

Georgia, un mundo por descubrir

Georgia, el balcón sobre Europa, es un país forjado por la naturaleza, cuya forma la dan montañas escarpadas, valles profundos y ríos caudalosos. Pero también está formada por su milenaria y turbulenta historia, con un legado artístico y arquitectónico impresionante, desde ciudades construidas en cuevas hasta catedrales milenarias.

La hospitalidad de las gentes de Georgia no tiene parangón, y un viaje por este país alimentará todos nuestros sueños, ya sean de la historia más remota, de los paisajes más espectaculares, o del buen vivir la vida.

Georgia es un lugar mítico, la tierra de la Cólquida, donde los Argonautas encontraron el Vellocino de Oro y Jasón se enamoró de Medea, donde Prometeo se encadenó al Monte Kazbek, y donde se contaba que vivían las guerreras amazonas. Ésta es una tierra de leyendas, rodeada, al norte, por el Cáucaso y Rusia, al oeste por el Mar Negro, al este por Azerbaiyán, y al sur por Turquía y Armenia. Georgia es un cruce de caminos entre Europa y Asia, y, como tal, se ha alimentado a lo largo de milenios de estos dos continentes y todas sus civilizaciones, pero también por ello comparte la complicada y turbulenta historia de todo Oriente Medio.

Debido a su situación geográfica y su riqueza natural, Georgia ha sido un país que ha atraído conquistadores a lo largo de toda su historia (se cuenta que su capital, Tbilisi, ha sido destruida 29 veces en sus más de 1.500 años). A pesar de las invasiones y ocupaciones, los georgianos han demostrado una tenacidad extraordinaria a la hora de mantener su cultura, religión, lengua y tradiciones intactas.

Desde las crestas perpetuamente nevadas del Cáucaso hasta la costa semi-tropical del Mar Negro, desde sus fértiles valles cubiertos por viñedos hasta sus milenarias iglesias y puestos de vigía que parecen flotar sobre un espectacular paisaje montañoso, Georgia es uno de los países más bellos del mundo.

Por aquí han pasado, y dejado huella, turcos, rusos, persas, mongoles y civilizaciones de Asia Central y Oriental, dejando un fascinante legado arquitectónico y artístico. Sin embargo, hoy en día Georgia busca su futuro mirando hacia Europa, y es el más occidental de los países caucásicos. Georgia avanza hacia el siglo XXI con la frente alta, orgullosa de su pasado, pero también brindando hacia el futuro, con edificios de la más rabiosa actualidad, una tasa de crimen mínima y cada vez mejor oferta hotelera y de servicios para visitantes. Las gentes de Georgia, a las que a continuación dedicaremos una merecida sección, con sus costumbres y sonrisas, describen su situación geográfica de forma magnífica: Georgia es el balcón sobre Europa.

Uno de los mayores tesoros de Georgia es su gente: cálidos, orgullosos, enérgicos, sofisticados, hospitalarios hasta la obsesión, y grandes expertos en disfrutar de la vida. Uno de los rasgos más llamativos – y agradables – de los georgianos es la importancia que tiene para ellos la hospitalidad. Aquí, los huéspedes son considerados una bendición, y los forasteros son huéspedes de todo el país. En Georgia, la hospitalidad es la esencia de todas las relaciones humanas. Por lo tanto, uno no deberá sorprenderse si es invitado a cenar en una casa privada, donde será ampliamente celebrado y mimado. Otra cosa que nunca falta en Georgia es el vino – dicen que lo descubrieron ellos mismos –, que calienta los corazones y riega abundantemente cualquier comida.

Uno de los personajes más importantes de la historia mundial del siglo XX nació en un pequeño pueblo de Georgia: José Stalin, el gran dictador soviético, nació en Gori. Esta población es una visita interesante, con su fortaleza medieval y el Museo Estatal José Stalin.

Tbilisi rezuma olores de otra época, de un tiempo en que la ciudad era un cruce de caminos entre Europa y Asia, pero también se yergue orgullosa como una gran capital del siglo XXI, con una vida nocturna que nada tiene que envidiar a muchas capitales europeas y una arquitectura contemporánea muy llamativa.

Sin embargo, y a pesar de su modernidad, la ciudad ha sabido mantener sus tradiciones y estructuras, y no encontraremos un gran McDonald's en plena plaza central, ni un Burger King junto al museo nacional. Sí veremos, en cambio, pequeños mercados locales, restos de un pasado soviético que no se acaba de desvanecer, y arquitectura rompedora. Pero siempre con un toque local, y sin que Occidente haya arrasado cualquier rastro único de su personalidad.

A unos 20 km de la capital, y envuelta en un paisaje excepcional surcado por los ríos Mtkvari y Aragvi, Mtskheta se alza como una de las ciudades más relevantes y bellas del país, y se visita fácilmente en el día saliendo desde la capital.

Desde que el cristianismo llegó a Georgia, hacia el año 327, Mtskheta ha sido el centro espiritual del país, y la ciudad es un símbolo casi místico para la cultura georgiana. Es una de las ciudades más antiguas del país, y fue la capital de Georgia Oriental desde el siglo III a.C. hasta el V d.C., cuando se trasladó la capital a Tbilisi.

En Mtskheta se encuentran algunas de las iglesias más importantes y antiguas de todo el país, como la Catedral Svetitskhoveli, que sigue siendo el escenario de las ceremonias más importantes de la iglesia ortodoxa georgiana, y la mítica y reverenciada Iglesia de Jvari.

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