Zanzíbar
Zanzíbar hereda un pasado swahili que sigue vivo en la capital, Stone Town, y en el campo. Hasta el s. XX, fue un sultanato cuyas raíces estaban en Omán. Se enriqueció con el tráfico de esclavos, del que surgieron grandes fortunas y una estirpe de ricos mercaderes cuyas casas poblaron la capital. Y desarrolló una próspera agricultura basada en el cultivo de especias (clavo, canela...) de las que era gran productor mundial y de las que extrajo, también, dinero y fama.
La población swahili es una mezcla de culturas arábigas y africanas. Tiene relación con la población negra del continente, pero está, al mismo tiempo, centrada en el Índico, de donde recibe su vocación marinera y comerciante y numerosas influencias árabes y orientales (persas e indias). Es por ello que Zanzíbar tiene un sabor especial. Sus tradiciones miran a Arabia, la decoración de sus casas antiguas tiene características propias y la gente se siente, todavía ahora, distinta de los tanzanos de tierra adentro.
Como en buena parte del Índico, las mareas desplazan sobre la arena el límite del agua cien o más metros. Esta distancia, cuando el suelo está sembrado de corales y piedras, es a veces un inconveniente porque andar sobre la arena para alcanzar la orilla se convierte en un ejercicio complicado e incómodo. Ello afecta a los hoteles que están junto al mar y que durante unas horas al día ven alejarse, a veces bastante, el agua del lugar donde se desearía que estuviera. Es bueno tenerlo en cuenta y saber que se trata de una condición habitual de las playas del Índico.
La mejor época para visitar Zanzíbar es en el verano del hemisferio norte, de junio a septiembre, que coincide con la época seca sin lluvias. A evitar los meses de abril y mayo, cuando las lluvias son más abundantes.
Los hoteles acostumbran a ofrecer excursiones para sus clientes. Entre ellas, no puede faltar la visita a la capital, Stone Town, declarada Patrimonio de la Humanidad.
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