Nordeste de Brasil

El nordeste brasileño, tradicionalmente una de las regiones menos desarrolladas del país, tiene un interior árido, el Sertao, de suaves colinas y escasa vegetación que florece sólo en época de lluvias. La población y la vida se concentran en la costa, una de las más hermosas del continente, aún poco explotadas. Las playas son magníficas y tranquilas, con inmensos arenales blancos de muchos kilómetros, sol asegurado y buenos lugares para nadar y bucear.

De clima seco y cálido, la región fue un puerto de entrada de esclavos y tiene una fuerte influencia africana en la gastronomía, las fiestas y la música. La joya colonial de esta costa es Olinda, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad a 25 km de Recife. Conserva un precioso centro de arquitectura colonial, con calles que suben las colinas, casas pintadas de color pastel y blancas iglesias barrocas. Olinda tiene una intensa vida cultural alternativa, con talleres artesanos y mercadillos, así como pousadas y restaurantes con encanto.

Al sur se encuentra Porto Galinhas, que fue el principal puerto de entrada de esclavos y tiene una playa repetidamente elegida como la mejor de Brasil. El entorno, con un rosario de arenales, es perfecto para el buceo, el surf, los paseos en boggie y las excursiones en barcos locales –jangadas– por el estuario del Maracaípe para ver caballitos de mar. Hay muchos visitantes brasileños y de todo el mundo y una alegre vida nocturna.

El archipiélago Fernando de Noronha, a una hora de vuelo de Recife, tiene 21 islotes de naturaleza salvaje, piscinas naturales, bancos de peces de colores, tortugas, delfines y 15 de las 18 especies de coral que existen. Un paraíso de naturaleza intacta y aguas cálidas que encierra uno de los mejores lugares de buceo del mundo.

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