Reserva Monteverde
Monteverde, en una tierra elevada y con un marcado relieve, posee un entorno natural espectacular. Recorrerlo dejándose llevar por la frondosidad de la vegetación y por la variedad de sonidos, olores y sensaciones es una verdadera experiencia. En la Reserva Biológica de Monteverde se conserva uno de los últimos espacios de bosque nuboso intacto. El bosque nuboso es característico de las tierras altas, y está literalmente entre nubes, con una humedad del 100 %. Las nubes húmedas, que traen los vientos desde el Caribe, se acumulan aquí, y el vapor de agua llena la atmósfera, que es húmeda y poco iluminada.
El bosque tiene un papel esencial en el sistema hídrico: su espeso tejido vegetal captura el agua, la almacena y la filtra, creando corrientes y ríos que llevan el agua muy lejos. Cálido, sin viento y muy húmedo, en el bosque crece una inmensa variedad de especies vegetales - más de 3.000- con árboles, matorrales, helechos, líquenes, bromelias, musgos, orquídeas y enredaderas formando una densa maraña. Los árboles gotean y a lo lejos se oyen los chillidos del mono aullador.
El ecosistema es el hogar de 490 especies de mariposas, y casi tantas de pájaros, además de una miríada de insectos, anfibios y mamíferos. Hay pumas, jaguares y ocelotes, muy difíciles de ver, pero cuyo poderoso rugido se escucha en ocasiones. Es más fácil ver al resplandeciente quetzal, que vive en Monteverde entre marzo y junio, cuando anida en troncos muertos. Hay unas cien parejas de quetzales censadas en la reserva.
La Reserva tiene distintos senderos que recorren el bosque, bien señalados y acondicionados, con tramos de suelo de madera u hormigón para facilitar su tránsito. El sendero Wilford Guindon cruza un famoso puente de 100 metros, suspendido en el aire, que permite caminar a la altura de las copas de los árboles donde hacen su vida multitud de aves. Algunos recorridos llevan hasta un pequeño mirador - La Ventana - con vistas a un mar de selva al otro lado de las montañas.
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