La Habana

La Habana es una ciudad cautivadora. Detenida en el tiempo desde mitades del siglo XX, en sus calles se respira ese aire tan especial que deriva de la situación particular del país entero. Las calles recorridas por coches de los años 50, sin anuncios ni publicidad -salvo las proclamas políticas-, bordeadas de edificios muchas veces ruinosos aunque notables al mismo tiempo, trasladan al visitante la singular atmósfera que vive la capital. Este escenario magnífico, a orillas del Caribe, acoge una población ecléctica y llena de vida, una animada vida nocturna y música excelente en casi cualquier rincón.

La Habana Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad es el centro de la ciudad colonial, un hermosísimo conjunto de edificios que ayudan a revivir la importancia que la ciudad y su puerto -protegido por el Castillo del Morro- tuvieron en el pasado. Con sus restaurantes y bares, con patios escondidos y rincones evocadores es hoy un área visitada y llena de encanto.

Muy cerca, Centro Habana es un barrio menos restaurado y turístico y con mucho sabor local. Todo invita a recorrerlo y a pasear por él entre teatros, museos, parques y magníficos bulevares flanqueados por mansiones del siglo XIX. Aquí comienza el Malecón, un hermoso paseo al borde del mar, decadente y decaído -aunque nada triste-, debido a la precariedad de muchos de los edificios y al paisaje humano que lo acompaña, y que sigue siendo uno de los emblemas de la ciudad.

Siguiendo el Malecón se llega al Vedado, el barrio que creció tras la independencia y mantiene un aire de los años 30 y 40, con edificios magníficos y menos destartalados que en otras áreas: hoteles imponentes, galerías, teatros, clubs nocturnos y edificios oficiales. El Hotel Nacional, en un promontorio con vistas al mar, y la Casa de las Américas, un estilizado ejemplo de Art Decó, son buenos ejemplos.

Por su localización geográfica, su herencia histórica y su excepcional situación actual, La Habana es una ciudad con mucho carácter que cautiva al viajero. Es fácil disfrutar de la música, el baile y la vida callejera en un ambiente diferente a todos, entre visitas a fábricas de cigarros, recorridos que siguen las huellas de Hemingway y carteles con consignas revolucionarias.

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