Angkor
Declarado en 1992 Patrimonio de la Humanidad, el conjunto arquitectónico de Angkor ocupa un enorme espacio de casi 200 km2, envuelto en un paisaje de bosques tropicales y arrozales, sobre el que se dispersan multitud de templos, monasterios y palacios.
Angkor refleja todo el esplendor de un Imperio ya desaparecido: el imperio Jemer o Khmer, que comenzó a florecer alrededor del año 800 bajo el reinado de Jayavarmán II y se mantuvo hasta el año 1225, cuando la ciudad fue saqueada por los siameses y abandonada al lecho de la selva que la rodeaba. Allí, cubierta por la vegetación, se perdió durante siglos, hasta que en el año 1860 fue redescubierta por el explorador francés Henry Muhout.
Más de 100 templos conforman todo el conjunto, entre los que destacan los grupos de de Angkor Thom, Ta Prom y Angkor Wat. Quizás el más curioso sea el de Ta Prom, literalmente invadido por los árboles y sus poderosas raíces, que lo sepultaron y le dan ahora un aspecto casi fantasmagórico.
El templo de Angkor Wat se ha convertido en la seña de identidad del lugar. Es el más conocido, y el más fotografiado. Está dedicado al dios Visnu, y fue construido bajo el reinado de Suryavarman II, alrededor del año 1140 D.C. Treinta años duró su construcción. Lo forman cinco torres con sus respectivos cinco santuarios y otras dependencias que ocupan casi dos kilómetros cuadrados y que lo convierten en uno de los templos más grandes del mundo. Pero no es el tamaño lo que importa sino su armonía, la complejidad de sus espacios interiores y los numerosos y exquisitos bajorrelieves que lo decoran.
Imposible ver los templos de Angkor en un sólo día. E imposible, visto cualquiera de ellos, darse cuenta de la diversidad del conjunto y del interés y la belleza de los que quedan por ver. Es imprescindible disponer de un medio de transporte para moverse de un templo o de un conjunto de templos a otro. Aunque los más aguerridos se atreven con una bicicleta lo más práctico es un vehículo de motor.
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