Shiraz

Celebrada como el crisol de la cultura en Persia desde hace más de 2.000 años, Shiraz es la ciudad de la poesía y los ruiseñores, de los jardines y las uvas (a pesar de que ahora se empleen para usos médicos y otros menesteres en lugar de convertirlas en vino).

Para los iraníes es una ciudad especial porque en ella están enterrados dos personajes particularmente queridos, convertidos en santos: Sah’di y Hafez. La visita a sus mausoleos permite penetrar en lo más profundo de la cultura iraní, cuyo respeto por los poetas suscita auténtica devoción. Jóvenes, niños, ancianos, parejas se congregan en torno al lugar donde yacen Sah’di y Hafez de para mostrar su reconocimiento y la veneración hacia los antiguos sabios que siguen conmoviendo las almas con sus palabras.

Aunque eso no es todo. El bello palacio de Mohammad Gholi Khan con sus jardines, el esmerado trabajo en la muralla de la ciudadela y la soberbia mezquita Vakil, además del consabido bazar completan un escenario que justifica de sobra una visita a Shiraz.

Lo que queda de la espectacular ciudad de Persépolis se conserva a una escasa hora en coche desde Shiraz y resulta una visita que no se olvida. Rodeados de desierto, despuntan los restos poderosos de lo que fue el gran palacio y la capital del imperio persa en la época aqueménida. Darío I fue el impulsor de la construcción de la ciudad alrededor del 500 a.C., y Alejandro Magno quien inició su destrucción doscientos años más tarde.

La monumentalidad del conjunto y de los diversos signos imperiales impresiona todavía al igual que su extraordinaria belleza. La singular finura y expresividad de los relieves en piedra, especialmente de la procesión real, el cortejo y la recepción de las delegaciones de los pueblos sometidos al imperio, no deja de sorprender por más imágenes que de ellas se hayan visto antes.

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