Teherán

Teherán es una ciudad enorme, pero tiene un fuerte atractivo y no hay que temer el perderse por ella. La gente es encantadora con los visitantes y está siempre dispuesta a ayudar.

Teherán tiene muchas cosas que ver, no es un tiempo muerto en el viaje. Seguramente lo más singular y lo que más ayuda a conocer la vida de su gente es el bazar, un mercado inmenso y bullicioso que invita a dejarse llevar porque cada rincón tiene su interés y ofrece mil motivos para el entretenimiento, además de para las compras.

Los museos merecen tanto la pena como el bazar. El Museo nacional de Arqueología tiene piezas espléndidas, el Museo de Cristales y Cerámica es igualmente una delicia, el de las Joyas de la Corona resulta impresionante por su riqueza, el Museo Malek guarda los manuscritos y las miniaturas más exquisitas, y el de las Alfombras, una colección de las mejores piezas de un arte en el que Irán sobresale por encima de cualquier otro país. Entre los palacios, el de Golestán ocupa el primer puesto.

Los montes Alborz, que bordean la ciudad, dan forma a su paisaje y son también un lugar de esparcimiento para sus habitantes. Y si lo que se desea es salir un poco de la ciudad, en Darake y Darband, situados en las primeras estribaciones de los montes Alborz, se conserva un delicioso parque natural con senderos y viva vegetación donde además de la naturaleza, los propios habitantes de Teherán forman un auténtico espectáculo.

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