Yazd

Rodeada por el desierto de Kavir al norte y el de Lut al sur, Yazd, la ciudad de las torres de viento, es una pequeña capital extraordinaria. Su vieja ciudadela de adobe, la animada población actual y las huellas zoroastristas que motean el paisaje componen el conjunto de mayor interés en esta urbe donde nada es mejor que dejarse llevar por las callejuelas estrechas y los mercados bulliciosos.

Con más de cinco mil años de historia a sus espaldas, Yazd fue uno de los principales centros del zoroastrismo en Persia durante el imperio sasánida, y continuó siéndolo tras la conquista árabe de los territorios. Muchos zoroastristras persas se refugiaron en los alrededores de la ciudad, y Yazd se mantuvo zoroastriana hasta que el Islam fue paulatinamente convirtiéndose en la religión dominante.

Debido a su ubicación algo remota y en pleno desierto, Yazd se mantuvo inmune a muchas batallas y a la destrucción y los saqueos de guerra. Marco Polo la visitó en 1272, y ya entonces habló de la asombrosa industria textil de la ciudad y de su intensa producción de seda.

La mezquita del Viernes es extraordinaria, el bazar, con sus tiendas y oficios, está lleno de rincones y de escenas llamativas. El bello paisaje de cúpulas de la ciudad vieja, con las famosas torres de viento para airear las casas, el Mausoleo de los Doce Imanes y el grupo de construcciones de Amir Chakhmaqllaman dan al visitante la sensación de haber llegado a un mundo de ficción o de los que sólo aparecen en los libros de historia.

Un lugar especial ocupa el singular templo de Zoroastro, todavía abierto al culto, y las singulares torres del Fuego que contemplan desde la altura la ciudad. Y, por supuesto, el espectáculo de Zurkhaneh, una variedad de gimnasia con toques místicos donde se conjugan la fuerza y la disciplina mental y que se sigue practicando en algunos lugares de Irán.

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