Kioto
Capital del imperio nipón durante más de 1000 años, Kioto tiene una densa y larga historia. Los templos y palacios y algunos barrios y monumentos de su centro mantienen intacto el sofisticado espíritu tradicional japonés. La ciudad conserva un patrimonio imponente en majestuosas residencias, palacios y santuarios como Kinkaku-ji o el Pabellón Dorado. Hay sublimes jardines de todo tipo, especialmente zen – Ryoan-ji- y también un hermosísimo jardín de musgo, Saiho-Ji.
Para palpar la vida de la ciudad conviene perderse por las calles del distrito de Gion, entre casas de madera, para ver a las geishas acompañadas del característico sonido de las suelas de madera de sus zapatos. En el barrio Nishijin se mantienen telares artesanos, talleres y tiendas de té. Para participar de esta vida tradicional se puede asistir a una ceremonia de té, acudir a los baños públicos o presenciar una representación de teatro kabuki.
Famosa por su gastronomía y su exquisita artesanía –kimonos, tejidos, esmaltes- Kyoto es el mejor lugar para conocer y disfrutar la pasión japonesa por la tradición, la belleza y la armonía. Situado a 42 km al sur de Kioto, el Parque de Nara resulta de visita obligada. Nara fue la capital de Japón de 710 a 784. En esta ciudad florecieron las artes, la artesanía y la literatura. También aquí se originó el budismo japonés. Caminar por los senderos tranquilos que atraviesan el parque y detenerse en sus magníficos templos equivale a recorrer las páginas de la historia de Japón. Aquí se encuentra el templo Todaiji, el edificio de madera más grande del mundo, conocido mundialmente por su Daibutsu, una estatua de bronce de Buda de 16,2 metros de altura. Y el santuario Kasuga Taisha, fundado en 768, y cuyos edificios lacados en bermellón ofrecen un magnífico contraste con el verde del bosque circundante.
En el camino entre Kioto y Nara -más cerca de Kioto- se halla uno de los santuarios más llamativos de Japón. Es el Fushimi Inari-taisha, con su abrumador camino de toris rojos que asciende por la montaña encadenando tramos rectos y recodos que nunca dejan de sorprender.
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