Mar Muerto

A unos pocos kilómetros al oeste de la ciudad de Amman, el relieve que caracteriza el centro de Jordania desciende rápidamente y da lugar a la depresión del mar Muerto. El hundimiento alcanza los 400 metros por debajo del nivel del mar e inicia el gran corte que separa Asia de África y que se prolonga por este último continente a lo largo de la falla del Rift.

La depresión recoge de multitud de ríos, entre ellos -el más importante- el Jordán, el agua que se acumula formando un mar interior. La fuerte evaporación da lugar a una densa mezcla de sales minerales que confieren al mar Muerto características únicas. Sus aguas cálidas son diez veces más saladas que las del resto de los mares lo que hace que en ellas se flote con sorprendente facilidad. Los minerales disueltos en el agua y en los lodos se han usado desde tiempos inmemoriales con fines cosméticos y curativos. Un baño en el mar Muerto es una experiencia diferente, relajante y curiosa, que todos los viajeros buscan para el recuerdo. El paisaje, extremadamente árido, es impactante, como lo son las sales que se acumulan en las orillas componiendo curiosas formas bajo un cielo casi siempre limpio.

En las proximidades se encuentra Ma’in, un lugar con fuentes termales -cascadas que llegan a los 60 ºC- que se conocen desde tiempos del imperio romano.

De camino entre Amán y el mar Muerto se puede visitar Madaba, una ciudad histórica, importante por su mercado, donde se conservan magníficos mosaicos bizantinos. La tradición dice que desde este lugar vio Moisés la tierra prometida antes de morir.

Dominando el valle del mar Muerto se levanta Kerak, donde se conservan los restos de una antigua fortaleza cruzada. Erigido sobre una escarpada colina, el castillo controlaba las rutas que atravesaban estas tierras y comunicaban Damasco con Egipto y La Meca

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