Yangon

La capital de Myanmar es una ciudad moderna pero llena, al mismo tiempo, de sabor local. Árboles tropicales, artesanos y vendedores trabajando en la calle, espaciosa y bulliciosa, combina los aires de lo que fue la capital colonial en época de los ingleses, con la atmósfera budista que emanan sus llamativos templos y con la vocación de progreso que marcan los tiempos presentes.

Llamada hasta hace poco Rangún, se sitúa en la llanura fluvial que atraviesa el río Yangon. Amplias avenidas en el centro con el inevitable tráfico conviven con edificios de viviendas de aspecto destartalado y con elegantes construcciones institucionales de aspecto victoriano.

El emblema de la ciudad es la pagoda Shwedagon, importante para el culto budista, espaciosa, con patios y templos dispersos en su amplio recinto y con numerosos fieles y curiosos que acuden a ella a rezar o contemplarla. Su emplazamiento, a las afueras de los barrios céntricos y en lo alto de una roca, la convierte en un magnífico mirador sobre la ciudad que se despliega a su alrededor.

Láminas de oro cubren la pagoda, cuya aguja lleva incrustados en su extremo más de 5.000 diamantes y otras 2.000 piedras preciosas o semipreciosas. La mejor hora para visitarla es al atardecer, cuando la temperatura es más fresca y el sol la ilumina con luz rasante. La pagoda de Sule es otro de los hitos de la capital. Se encuentra en su mismo centro e impresiona por la estampa dorada con la que emerge del suelo y por el ambiente interior, que resulta un oasis en medio del tráfico que fluye a sus orillas.

No lejos del centro, el mercado de Bogyoke Aung San ofrece lo más parecido a un baño en la vida cotidiana de los birmanos y es una visita obligada. Es un reflejo de la actividad de la ciudad y también un escaparate para los visitantes deseosos de comprar artículos de artesanía del país.

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