Galle

Los territorios del sur de la isla conforman el Sri Lanka más tradicional. Esta región se ha mantenido lejos de la influencia de la cultura tamil, más norteña, por lo que la tradición cingalesa y budista se ha conservado mejor que en otros lugares. Su paisaje es espléndido, salpicado de tranquilas aldeas a la sombra de las palmeras, y animado por una vida muy rural que gira alrededor del cultivo de cocos y de arroz. Templos budistas y gigantescas estatuas de Buda aparecen en la costa, donde los pueblos se dedican a la pesca, a veces con el tradicional sistema de pesca sobre zancos clavados en la arena. Es un método casi en desuso, pero el turismo ha contribuido a mantener esta estampa tradicional.

La ciudad de Galle, de unos cien mil habitantes, es la puerta de entrada a esta zona de la isla. Situada en una bahía y con un excelente puerto natural, fue colonia portuguesa y luego holandesa -siglos XVII y XVIII- y el puerto que concentró el comercio de la época en la isla.

La ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad, conserva un evocador aire colonial. En un saliente que se adentra en el mar, está el recinto fortificado, perfectamente conservado, que protegía el puerto. Es en este centro colonial donde se concentran los elementos de mayor interés de la ciudad y donde la arquitectura, en casonas y edificios administrativos, asocia los rasgos locales con un estilo inconfundiblemente europeo.

Los templos hinduistas y budistas conviven con las mezquitas islámicas y las iglesias cristianas, en un mestizaje muy característico de la isla. Galle es un punto de interés turístico, con buenas instalaciones hoteleras. A lo largo de toda la costa de la región se encuentran playas soleadas -Unawatuna, Weligama, Mirissa y Tangalla- acompañadas de arrozales y de pueblos de pescadores.

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