Bujará

Junto con Samarcanda, Bujará (o Bukhara) es el otro hito de la cultura y la historia uzbeka. Con más de dos milenios de existencia, Bujará es una ciudad preciosa, con gente amable acostumbrada desde hace siglos al continuo paso de viajeros. Durante todo el día la vida de la ciudad es animada por lo que el visitante la percibe como la más activa y completa de Uzbekistán y a la que más jugo se le puede sacar.

Por encontrarse en un oasis en el desierto al borde de una importante ruta comercial, Bujará se convirtió en una de las ciudades más prestigiosas de Asia Central. Fue durante la Edad Media un centro de referencia para intelectuales, científicos, arquitectos y artistas. Era, en esta época, la Ciudad de la Luz y se consideraba un centro glorioso al que los espíritus más inquietos del orbe musulmán (como el propio Avicena) soñaban acudir.

Dentro de Bujará, el espectador quedará maravillado con la Ciudadela de Ark, del siglo V, con aspecto de fortaleza, que se construyó como la residencia de los emires de la ciudad. Esta función se mantuvo casi ininterrumpidamente hasta el año 1920, fecha en que fue bombardeada por el Ejército Rojo durante su expansión por las tierras asiáticas. Aunque la ciudadela quedó devastada, su meticulosa reconstrucción le devolvió su aspecto original -con una brillantez seguramente excesiva-. La visión de sus muros inexpugnables a la caída del sol es un espectáculo para recordar durante mucho tiempo.

Todo lo que la imaginación sugiere como dibujo de una ciudad de la Ruta de la Seda se puede encontrar en la mítica Bujará. Además de las murallas, el minarete Kalon, convertido en una especie de faro en el desierto, la mezquita y la madraza que lo flanquean, monumentos como la célebre tumba de Ismail Samani, obra maestra de la arquitectura musulmana del siglo X, y otras madrazas del siglo XVII harán las delicias de cualquier aficionado a la historia, a la arquitectura y la belleza escénica de los paisajes urbanos más singulares.

A ello, cómo no, habrá que sumarle las exquisitas brochetas de pollo de Liab-i-Hauz, y también el recorrido por los evocadores bazares cubiertos.

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