Jiva

Jiva (Khiva), se asienta en un oasis y parece un espejismo en medio de rigurosos desiertos (Karakum al sur y Kizyl-Qum al norte, este y oeste). Es una ciudad extraordinaria, la más pequeña y probablemente la más bonita del triángulo de las joyas uzbekas que forman también Samarcanda y Bujará.

Jiva era el último oasis en La ruta de la seda antes de entrar de lleno en el desierto de Karakum (arenas negras) de camino hacia Persia. Fue, a lo largo de la historia, una población enormemente rica, como queda constancia en los monumentos que se han conservado hasta el día de hoy.

Fue la capital de una antigua civilización que se encontraba en el delta del Amu Darya llamada Khoresma. La monumental muralla que la rodea y que forma la fortaleza Ichan Kala tiene una longitud de dos kilómetros, una altura de ocho metros y un espesor de seis, y está construida con barro cocido y ladrillos. Su origen se remonta al siglo V d.C., aunque a lo largo de la historia ha sufrido multitud de cambios y ha vivido numerosas reconstrucciones.

Pero lo verdaderamente impresionante se encuentra tras los muros, al acceder, a través de la enorme puerta, al interior de la fortaleza. En este espacio de 600 metros de largo por 400 de ancho se aloja un verdadero laberinto donde, a lo largo de los siglos, se fue creando lo que hoy parece un museo al aire libre, sembrado de magníficos conjuntos arquitectónicos decorados de azulejos.

El minarete inacabado de azulejos de tonos azules que recuerdan a Isfahán pudo haber sido la más hermosa torre de todos los tiempos. A medio construir, quedó para dar sombra a un laberíntico conjunto amurallado repleto de detalles seductores. Pasear por las callejuelas y rincones, a los pies de los bellos minaretes, transporta al visitante a los cuentos de las mil y una noches.

Jiva apetece, sobre todo, cuando llega la tarde, desaparece parte de los visitantes y se queda prácticamente sola: es entonces cuando más se disfruta del espectacular Mirador del Kunya Ark para contemplar la ciudad y sus infinitos alrededores. Jiva, declarada Patrimonio de la Humanidad, además de un centro del comercio de valiosas mercancías, fue también el centro de un importante mercado de esclavos. Hoy se ha convertido en la niña de los ojos de los viajeros que llegan hasta la ciudad para perderse por sus rincones y dejarse envolver por sus numerosos encantos.

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