Hanói

Viajar al norte de Vietnam supone hacer parada en Hanoi. Se trata de la capital del país pero, en buena medida, de una ciudad tranquila si se compara con Saigón, con un barrio colonial bien conservado y elegante y un barrio antiguo, típicamente asiático, más bullicioso, con un tráfico electrizante, donde el mercado y los oficios se concentran según las actividades a la manera de un pueblo tradicional.

En el centro y en las vías de entrada y salida de la ciudad los coches invaden las calles, a pesar del predominio de las motos y los ciclomotores que lo mismo sirven para llevar a un empleado de oficina a su trabajo, que a una familia entera a su casa, o que a un repartidor con la caja de un enorme televisor milagrosamente sujeta en el asiento de atrás.

Parques, jardines y lagos salpican Hanoi y ayudan a que conserve un aire reposado con el toque delicado de las escenas de otra época. Pasear por Hanoi y entretenerse en sus monumentos y sus parques es una actividad bien agradable, lo mismo que asistir al tradicional teatro de marionetas por la noche.

Un gran lago, el Hoan Kiem, limita por el sur el barrio de las treinta y seis calles. En dicho barrio es donde se asentaban los comerciantes que se abastecían de la rica región agrícola de los alrededores de la ciudad.

La mejor manera de conocer Hanoi va a ser pasear por las orillas del lago, recorrer las calles de este barrio tradicional lleno de tiendas de todas clases, ver el barrio colonial de origen francés, relajarse en los jardines que tanta fama dieron a Hanoi y que tanto conservan su atmósfera oriental, visitar los museos -el de Etnología muy especialmente- y el mausoleo de Ho Chi Minh a quien se sigue viendo como el artífice del Vietnam moderno y el ejemplo del espíritu de tenacidad y de sacrificio del pueblo vietnamita.

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