Bulgaria

Monasterios, girasoles y pueblos con mucha historia.

Bulgaria ha sido un país de frontera entre oriente y occidente, entre el sur de Europa y Asia Menor y el centro y norte de Europa. De ahí que conserve numerosas huellas de un pasado en el que se encuentran macedonios y tracios, romanos, bizantinos, turcos, otomanos y búlgaros también, cuando consiguieron reunir un imperio que llegaba hasta Rusia y se extendía por todos los Balcanes.

No sorprende, pues, que Bulgaria tenga mucho que ofrecer y en un espacio relativamente pequeño muestre atractivos suficientes para hacer del viaje algo extraordinario. Si hubiera que destacar una sola cosa habría que hablar de los monasterios desperdigados por todo el territorio. La religión ortodoxa fue la bandera que unió a los búlgaros frente a los turcos, y su resistencia en forma de templos con su densa decoración a base de frescos y de iconos resulta admirable.

Pero Bulgaria llama la atención también por las numerosas poblaciones que conservan una fuerte personalidad: que mantienen un aire local vivo, que recuerda que estamos en un extremo de Europa, en un lugar que ha vivido durante mucho tiempo encerrado en sí mismo. A esto último han ayudado las montañas, que ocupan buena parte del país y han mantenido los rasgos pintorescos de los pueblos. Pero, sobre todo, que han dado lugar a una geografía de paisajes espléndidos, salpicados de rincones que convierten el viaje en un continuo espectáculo.

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