Praga
A orillas del río Moldava, Praga, conserva su encanto a pesar de la fuerte afluencia de turistas que la visitan en todas las épocas del año. Su centro histórico reúne edificios nobles, iglesias, viejas instituciones de épocas y estilos diversos y compone uno de los espacios más hermosos de Europa. El río divide la ciudad en dos, dejando en la margen derecha su corazón medieval, el barrio de Stare Mesto, un laberinto de callejuelas estrechas y placitas alrededor de la Plaza de la Ciudad Vieja. En esta plaza se encuentra el Ayuntamiento con su popular Reloj Astronómico, importantes iglesias y buenos cafés y cervecerías.
Nove Mesto es el ensanche, también medieval, de la ciudad antigua y se sitúa justo a su lado. Se organiza alrededor de grandes plazas planeadas como mercados. El antiguo mercado de caballos es hoy la enorme plaza de Wenceslao. Vecino a Stare Mesto está también el famoso barrio judío, Josefov, que albergaba una importante comunidad hebrea y que aún conserva seis sinagogas y el viejo cementerio.
El Moldava se cruza por el elegante puente de Carlos, desde el que se abren preciosas vistas sobre ambas orillas de la ciudad. En la margen derecha del río, sobre un montículo se alza el castillo, una inmensa fortificación que se fundó en el s IX y recibió añadidos y modificaciones durante cientos de años. Es mucho más que un castillo y forma parte de las visitas obligadas en la ciudad. Desde él las vistas son magníficas y desde él también discurre el pintoresco Callejón de Oro con sus casitas de cuento.
A los pies del castillo está Mala Serrana, uno de los barrios mejor conservados de la ciudad donde se mezclan las residencias aristocráticas con las pequeñas tiendas de artesanos.
Praga es una ciudad para pasear. Su casco antiguo es peatonal y se recorre fácilmente a pie. Pero paseo aparte, un recorrido por el Moldava, en uno de los barcos que ofrecen una corta navegación por sus aguas, dará ocasión de disfrutar de perspectivas distintas sobre la ciudad en un ambiente grato y relajado.