Bretaña

Bretaña ha sido un país de aventureros. Su costa, arisca muchas veces, hecha de payas de arena blanca, de acantilados majestuosos y de islas e islotes, sus pueblos medievales y sus bosques frondosos la convierten en una región de misticismo prehistórico. La vieja historia de Bretaña, sigue presente a través del legado de dólmenes y menhires que salpica su geografía.

Mucho antes de que Bretaña fuera parte del dominio francés en el siglo XVI, sus habitantes arriesgaban las vidas pescando y comerciando en mares violentos. Hoy, esta dureza y el estoicismo para convivir con ella siguen definiendo la región, y marcando a sus habitantes que, hablando el idioma bretón, continúan sintiéndose diferentes a los del resto de Francia. Bretaña está profundamente influida por la cultura celta: es mística, musical, a veces mórbida, otras llena de pasión vital. Si se visita en agosto, no puede dejar de lado el festival inter-celta de Lorient. Tampoco deberá faltar una visita a alguna de sus islas, ya sea la bella Ïle de Bréhat o la de Sein, ni a alguno de sus pueblos más pintorescos, como St. Malo, Dinard o Dinan

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