Nápoles y Costa Amalfitana

Nápoles, con más de un millón de habitantes, no ha perdido un ápice de su personalidad. Se asienta en un paisaje privilegiado, al fondo de un amplio golfo dominado por la silueta del Vesubio. Desde sus colinas -la Cartuja de San Martino y el castillo de San Elmo- se disfruta de vistas espectaculares.

En la misma bahía de Nápoles, está Pompeya. Sepultada bajo la cenizas del Vesubio durante siglos, es ahora un lugar evocador que transporta incluso al viajero menos predispuesto a lo que fue una ciudad de la antigüedad.

La costa amalfitana, al sur de la península de Sorrento, se recorre por una estrecha carretera que serpentea en cerradísimas curvas entre terrazas cubiertas de naranjos con vistas espectaculares sobre el Mediterráneo. Declarada Patrimonio de la Humanidad, por su belleza y su clima suave ha sido celebrada desde la época romana. Los pueblos que se extienden a lo largo de la costa son bellísimos -aunque incómodos de visitar debido a la aglomeración de las carreteras en las épocas altas de vacaciones. Aparte del mismo Sorrento, los más renombrados son Amalfi -con su imponente catedral gótica-, Ravello -situado a una altura desde la que se domina un amplio panorama sobre el mar- y Positano, un antiguo pueblo de pescadores.

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