Roma

Como todas las grandes capitales, Roma es una gran ciudad donde viven casi tres millones de habitantes. Sin embargo no resulta agobiante para el viajero, cuya estancia normalmente se concentra en el antiguo centro histórico, un espacio relativamente pequeño junto al Tíber.

La Città Eterna merece ese nombre porque su presencia ha mantenido una singular importancia durante más de dos mil quinientos años, como atestiguan las numerosas huellas de esta larga y densa historia muy presentes en la ciudad. Restos etruscos, templos romanos, teatros, termas, iglesias majestuosas, palacios barrocos, avenidas mussolinianas, todo se despliega en un espacio reducido, por el que es fácil caminar y orientarse pero difícil acabar de conocerlo bien. Para las personas interesadas en el arte y la historia, la ciudad es un cofre de tesoros, que obliga a elegir bien el qué, el cómo y el cuándo de las visitas para no resultar abrumado.

Roma no es una ciudad museo, es un lugar muy vivo, y sus monumentos son el escenario de la vida cotidiana de los romanos, que conviven con ellos con poca solemnidad. El viajero puede esperar el autobús entre las ruinas de un templo, ver una carrera ciclista en la Via Appia o una manifestación política en el Campidoglio de Miguel Ángel. Ese es el mayor encanto de la ciudad, en la que es fácil sentirse a gusto más pese a los miles de visitantes que la recorren.

Las multitudes son inevitables en algunos lugares, como los Museos Vaticanos o el Coliseo, y es conveniente planificar con atención las visitas para evitarlas en la medida de lo posible. Además de cultura Roma ofrece una vida callejera muy animada. Entre iglesias y museos hay terrazas, cafés, talleres de artesanía, mercados -especialmente el Mercado dei Fiori- y tiendas para todos los gustos.

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