Kotor
En un extremo de la gran bahía que se penetra en tierra firme como si se tratara de un lago, con sus iglesias y casas medievales de piedra, apiñadas en un pequeño recinto amurallado, atrapado entre la orilla y las elevadas montañas que bordean la costa, Kotor es una de las ciudades más bellas de la costa montenegrina.
Rodear sus extensas murallas y penetrar en ellas a través de alguna de sus tres puertas es acceder a un mundo singular, un laberinto de pequeñas calles empedradas, con el sabor que le dan sus palacios venecianos, las iglesias, torres y fuentes, además de la vida que se origina alrededor de hoteles y restaurantes.
Las plazas, llenas de terrazas, rebosan actividad y acogen algunas de las iglesias más populares como la Catedral de San Trifón (1166) en la plaza Sv. Tripuna, o la Iglesia Ortodoxa de S. Nicolás (1909) y la minúscula Iglesia de S. Lucas (1195), en plaza Sv. Luke. Frente a la puerta sur, en la ría, se halla un pequeño puerto deportivo y, a diez minutos andando, la playa.
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