Lituania
Lituania es la mayor de las tres repúblicas bálticas. Tiene una superficie de 65.300 km2 y una población de 3,3 millones de habitantes.
Vilna, su capital, se halla a orillas de dos ríos: el Neris, relativamente caudaloso que bordea el casco antiguo por el norte y el río Vilnia, más pequeño, que discurre por el este, en el límite también de la ciudad antigua. Lo habitual es que el visitante se mueva en el entorno de esta ciudad antigua, de dimensiones humanas, declarada Patrimonio de la Humanidad, y que permite llegar a casi cualquier punto caminando.
La vieja ciudad de Vilna (Vilnius en lituano) encanta a cualquiera que la visita y se atreve a perderse por ella. Con rasgos polacos, por la relación que tuvo con el país vecino, y católica, frente a un entorno ortodoxo y luterano, es una joya del barroco centroeuropeo. Multitud de iglesias alzan sus campanarios al cielo y conservan en su interior el lenguaje ampuloso que brilló en la contrarreforma. Calles estrechas, empedradas algunas, peatonales otras, están bordeadas de bellos edificios cuidadosamente restaurados y en verano de terrazas de cafés y restaurantes que dan a la capital su aire más alegre y acogedor.
Trakai puede visitarse como una excursión corta -de menos de medio día- desde Vilna. La imagen de su castillo, convertida en reclamo turístico de Lituania entera, hace que la visita se hace inevitable. El entorno está protegido por un parque nacional que ha conservado el paisaje plácido y sereno, como de cuento.
Curlandia es una visita obligada cuando se llega a Klaipeda aunque la excursión no representa ninguna obligación sino todo lo contrario: la ocasión de gozar de un lugar insólito. Curlandia es en realidad una larguísima duna de aproximadamente 100 km, la mitad de los cuales corresponde a Lituania. Su anchura varía y presenta en la orilla abierta al Báltico un aspecto de arenal, con playas larguísimas batidas por el viento y por la orilla que mira a la laguna un aspecto más doméstico y grato, con un mar muy tranquilo, con árboles y con algunos pueblos de aspecto muy agradable rodeados de un paisaje verde.
Las tres capitales bálticas -Riga, Tallin y Vilna- son ciudades pequeñas y vibrantes, con centros históricos excepcionalmente bien conservados, llenas de animación y de vida nocturna en las antiguas calles empedradas, repletas de cafés, restaurantes y todo tipo de locales.
Los paisajes bálticos son espectaculares, perfectos para disfrutar de la naturaleza con largas caminatas por el bosque o junto al mar, baños en lagos cristalinos y recorridos por Parques Naturales. Desde Tallin, puedes ir hasta la cercana Helsinki, al otro lado del golfo de Finlandia.
Las Repúblicas Bálticas son una elección impecable para viajar en verano, cuando, después de un invierno oscuro, las calles de pueblos y ciudades se llenan de gente decidida a aprovechar a fondo lo largos días del verano.
Países con poco turismo aún, relajados y tranquilos, de naturaleza rotunda que permite largas caminatas por el bosque o junto al mar y combinar esas experiencias con visitas a estas ciudades pequeñas pero vibrantes llenas de vida cotidiana: Riga, Tallin y Vilna.