Varsovia

Varsovia fue prácticamente destruida durante la Segunda Guerra Mundial. Después del páramo gris que llegó a ser durante la era soviética, ahora es una capital moderna que poco a poco recupera el estilo que llegó a tener a primeros del siglo xx, cuando se la denominaba el Paris del este. Su casco histórico ha sido enteramente reconstruido con tanto detalle y acierto que ha merecido el título de Patrimonio Histórico.

Restaurado con rigor y respeto al pasado, el centro de la antigua Varsovia sitúa al visitante en el corazón de una ciudad histórica, llena de carácter. Como primer contacto con la capital y con sus gentes, será una excelente elección dar un paseo por la plaza del Mercado Viejo, muy cerca del Castillo Real. En las callejuelas que salen de ella se descubrirán museos, encantadores restaurantes y terrazas con vistas al Vístula y mil rincones en los que detenerse y dejar pasar el tiempo.

Si se está en la ciudad poco tiempo recorrer las calles para familiarizarse con su ambiente será el objetivo de un segundo día. Y para ello, nada como seguir el llamado Camino Real. Comienza en el parque Lazienki al sur del casco antiguo. A lo largo de su trazado se encontrarán muchos de los edificios más celebrados de la capital: palacios y casas señoriales -el palacio sobre el Agua, donde se celebran en verano conciertos a la luz de las velas o el teatro de la Isla, copia de un teatro romano que ofrece obras dramáticas, conciertos y actuaciones de grupos de folclore de todo el país- que hablan del esplendor de una Varsovia culta y opulenta. Una cara más amarga la compone su barrio judío.

Para acercarse a su historia serán interesantes las visitas al cementerio, al muro del gueto o al monumento a los héroes.

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