Suecia
Varias formas de hacerse el sueco. [Un país donde reina el buen gusto]
Llama la atención que confinada en la península escandinava, y con un clima extremo, Suecia haya sido una de las grandes potencias europeas allá por el siglo XVII y hoy destaque como una potencia industrial, moderna, rica y con un envidiable estado del bienestar.
Suecia es una sorpresa, sobre todo, por sus paisajes verdes, sus lagos y sus bosques y por sus bellas ciudades. Estocolmo es la capital y suele ser la puerta de entrada al país. Nada como disfrutarla en verano cuando el sol reina en la atmósfera, el color de las flores da vida al ambiente y el día se extiende luminoso como si no fuera a acabar. Pero el tiempo discurre y lo hace para bien.
En invierno la ciudad se viste de nieve y muestra su perfil decididamente nórdico, tan rico en emociones, o más, que el que ofrece el verano. El palacio real es una joya del barroco, igual que la catedral lo es del gótico y que el barrio donde se elevan ambos, el Gamla Stan, es por su ambiente una delicia para el visitante. El mar baña la ciudad y penetra en ella por múltiples recodos. Navegar por sus aguas, visitar el famoso Vasa, aquel precioso barco construido como buque insignia de la flota sueca, dotado del mejor armamento que volcó y se fue a pique nada más salir del astillero el día de su botadura, y visitar, además del bello museo de arte moderno, el magnífico ayuntamiento construido en los años 20 y que es otra joya, esta vez moderna, de la rica arquitectura sueca, da idea de lo mucho que ofrece la capital.
Y no hay que olvidar Kiruna, esta vez en el extremo norte, para sentir la emoción de sobrepasar el círculo polar y entrar en el paraíso de las auroras boreales que en invierno iluminan el cielo y muestran en la tierra las maravillas que encierra el clima más duro del planeta.
Una experiencia singular para disfrutar los hermosos paisajes vírgenes del Ártico sueco, su cultura local y la vida salvaje, dormir en cabañas sobre la copa de los árboles o en un hotel de hielo.