Franz Josef

El glaciar Franz Josef es una de las grandes atracciones de la isla del sur. Y el pueblo de Franz Josef no es más que una aglomeración -ordenada y extendida- de casas, hoteles y de comercios orientados principalmente al turismo. Como tantos glaciares resulta sorprendente y emocionante también, a pesar de que su extensión ha menguado de manera ostensible en los últimos años. Para llegar a él y caminar luego por su superficie y por sus grietas hay que recurrir a un helicóptero.

Unas pocas empresas se ocupan de la excursión, que se hace en pequeños grupos y para la que proveen del equipamiento necesario (anorak y pantalones impermeables, gorro, guantes, zapatos y crampones o gafas oscuras si hace falta).

El vuelo en helicóptero dura unos minutos pero el paisaje es magnífico sobrevolando el valle y los picos que rodean al glaciar. Una vez en el hielo, un guía acompaña al grupo y va abriendo camino porque, en su descenso, la superficie helada se rompe y cambia todos los días de configuración. La consecuencia es que continuamente es preciso modificar los recorridos esculpiendo nuevos peldaños, recomponiendo escalones y cortando barreras que antes no existían para facilitar la caminata. A diferencia de lo que ocurre en otros glaciares, la fractura del hielo y las grandes grietas que produce obligan a caminar por dentro de ellas, entre paredes blancas y azuladas y a sentir el poder de una naturaleza extrema.

No es posible llegar al glaciar por el que sería su camino natural, el valle por el que desagua. Por motivos de seguridad el camino está cerrado a una determinada distancia. Pero ello no impide que la ascensión por el camino autorizado sea una excursión del todo recomendable. Es más, algunos senderos menores parten del camino principal y añaden diversión e interés al recorrido.

La vía hacia el glaciar discurre junto al torrente por el que desciende el agua del deshielo. Se trata de un valle amplio y rocoso que se formó por el arrastre de piedras y hielo en las épocas glaciales. Ahora asciende entre altas paredes de las que caen cascadas y que se van cerrando a medida que se aproxima a la cumbre. La ascensión es fácil y es más que nada un paseo, pero un paseo que se disfruta por la belleza del paisaje y la particular atmósfera del lugar.

El lago Okarito es en realidad una gran laguna que conecta con el mar. Está en el entorno de marismas más grande de Nueva Zelanda y se conserva prácticamente virgen. Es muy agradable acercarse a él y hacer alguna caminata, o simplemente un picnic en sus orillas. Por no haber no hay tiendas ni nada más que un embarcadero y un pequeño edificio donde alquilar una canoa a remos para dar un paseo por el agua. Para llegar al lago desde Franz Josef hay que tomar la carretera que viene del norte, bordear el lago Mapourika y a unos 20 km tomar el desvío hacia Forks.

Merece la pena llegar a Jackson Bay por la carretera que desde Haast bordea la costa. Es un rodeo, porque el camino no sigue más allá. La cadena de los Alpes la cierra prácticamente después de Jackson Bay, pero el itinerario que sigue la línea de litoral es de gran belleza. Forma parte de las áreas protegidas por la Unesco, declarada Patrimonio de la Humanidad, y hay motivos para ello porque su estado de conservación es excelente y tanto el área marina como los bosques que la acompañan están llenos de atractivos.

Cualquier caminata o cualquier salida al mar tendrá su interés. Una opción es recorrer la barra arenosa que cierra el estuario del río Arawhata -ojo con la arena para no quedarse atascados a ambos lados -playa al mar abierto o a la desembocadura del río- el paisaje llama la atención. Otra opción para añadir a la primera es hacer el camino -que arranca de la carretera principal un poco más lejos- que se conoce como Wharekai-Te Kou y que lleva -menos de 2km ida y vuelta- a una bella playa pedregosa abierta al océano.

No debiera perderse otra pequeña caminata por el bosque húmedo que linda con el estuario del Arawhata. Es la señalada como Hapuka Estuary Walk, que transcurre por escenarios vegetales diversos, poblados por especies arbóreas que se dan en lugares muy distintos de Oceanía y de Asia y ejemplares que alcanzan los 800 años de antigüedad.

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